Capitulo 1.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Había amanecido soleado. Cerca del convento, una mujer recogía hortalizas del huerto mientras, una de sus hermanas, se encargaba de las frutas.
A comienzos de Septiembre, todas las hermanas estaban un tanto revolucionadas. Sus niños acojidos, comenzaban sus respectivos cursos escolares y, algunas de ellas, poseían más de seis protegidos.
Meiko caminaba tranquila por uno de los pasillos. Pasaba de largo, observando como otras jóvenes devotas vestían y aseaban a niños bastante pequeños. Las puertas estaban casi todas abiertas y había un intercambio de gente constante de unas a otras.
Alcanzó la séptima puerta a la derecha en apenas unos instantes. Giró el pomo y permitió que la luz inundara la oscura sala.

- ¡Buenos días, chicos! - pronuncío enérgicamente - ¡Hoy comienza vuestra vida como estudiantes de secundaria!

Meiko, tras observar que ninguno de los cuatro sujetos que se encontraban allí dentro se movía apenas un ápice, entró en el cuarto, con las manos sobre la cintura y repitió:

- ¡Arriba dormilones! - empujó levemente el hombro de un chico de pelo azul - ¡Es hora de prepararse! - tiró de las mantas de la cama, que ocupaba junto a otra chica.

Kaito y Miku se levantaron, con aspecto de zombies. Cada uno por su lado, pero se encontraron de nuevo en el punto donde terminaba la cama.

- Buenos días, Kaito - susurró Miku.
- Buenos días... - comenzaba a estirarse.

Ambos chicos salieron del cuarto con los pies a rastras, con dirección al baño comunitario.
Meiko miró a los dos jóvenes que descansaban en la otra cama de matrimonio. Un par de gemelos rubios, de ojos azules. Dos ángeles sin duda. No había conseguido separarlos ni cuando habían cambiado las cunas por dos camas de matrimonio en aquella habitación. La idea era que Len durmiera con Kaito y Rin con Miku... pero fue imposible separarles. Individualmente, no conseguían dormir.
Estaban de la mano, mirando el uno hacia el otro. Daba la impresión de que formaban uno solo e incluso sus sueños eran compartidos.
Meiko se deslizó suavemente hasta el borde de la cama y movió el hombro del chico.

- Mmm... ¿Qué pasa? - dijo, abriendo los ojos- ¿Ya es la hora?
- Si, si señor, ya es la hora. - Meiko quería parecer seria, pero sus labios dibujaban una amplia sonrisa.
- Esta bien... - tiró suavemente de la mano de su hermana - Rin... Rin... despierta, es la hora...

La chica abrió los ojos y miró a su hermano, sonrió, después elevó la mirada hasta Meiko, aun sonriendo.

- Venga va, Miku y Kaito os han tomado ventaja - salía lentamente por la puerta de la habitación - se han apoderado del baño comunitario.
- ¡De eso nada! - Len ya estaba en pie.
- ¡Tengo que arreglarme el pelo! - poco tardó Rin en seguir sus pasos.

Ambos chicos adelantaron a Meiko, pasando por la puerta antes que ella. La jóven monja se quedó mirándo como corrian hacia el baño. Siempre habían sido sus angelitos y lo seguirían siendo. Ya hacía quince años que los habían dejado en la puerta del convento, en Diciembre.
"¡Qué rápido crecen!" Pensó, mientras caminaba silbando, entre sus ajetreadas hermanas.

.......

- ¡Miku! - gritaba Rin - ¡Mi pelo! ¡Tengo que arreglarme el pelo!
- ¡No te creas que eres la única! - se escuchaba en el interior del baño.
- No va a salir de ahi en un buen rato... - Kaito se colocaba su bufanda azul - Ese es el motivo por el que siempre entro antes que ella.
- Ven Rin, yo te arreglaré el pelo - Len indicaba una pequeña sillita con la mano.
- Bueno, si no queda más remedio - le dió la cinta blanca a su hermano.
- Me pregunto si os tocará juntos en clase este curso - decía Kaito, girándose para observarles.
- Sería extraño que nos separasen - Len cepillaba suavemente el pelo de su hermana con los dedos.
- Además, si lo hicieran, yo pediría un cambio de clase - Rin balanceba suavemente las piernas, que colgaban.
- ¿No soy yo suficiente para la princesita? - Kaito se acercó a la silla y se arrodilló ante la jóven.
- No, lo siento, yo solo quiero a Len.

Len sonreía mientras pasaba la cinta bajo la melena de su hermana, la elevaba y formaba un lazo para mantenerla colocada.

- Lista.
- Gracias, Len. - Besó la mejilla de su hermano.

Miku salió del baño y apenas sintió el aire que dejó Rin al adentrarse. Caminó hasta donde estaba Len y se acercó a él.

- Buenos días, Len. - le dedicó una amable sonrisa.
- Buenos días, Miku - se la devolvió sin duda alguna.
- Si que estaba desesperada tu hermanita por entrar al baño - dijo Kaito, sintiéndose excluido.
- Siempre esta desesperada por todo - Miku terminó la frase con un suspiro. - Que poco os pareceis en ese aspecto.
- ¿Tu crees? - Len se ajustaba un poco más la corbata del uniforme.
- Sí, tu eres tan... tranquilo, paciente, sensato - se la colocó con más esmero- Y ella es tan hiperactiva, impaciente, impulsiva.
- Sois como las dos caras de una moneda - concluyó Kaito.
- Me alegra oir eso - Apartó cuidadosamente las manos de Miku de su pecho - Una moneda no sería nada si una de sus caras faltase.

Los tres jóvenes se quedaron callados. La afirmación habia sido sencilla, concisa... los tres la habían comprendido. Ambos gemelos no podían vivir el uno sin el otro. Todo el mundo pensaba que algun día tendrían que separarse, vivir cada uno una vida independiente... y posiblemente tenían razón pero, por el momento, no tenían intenciones de distanciarse.

- ¡Estoy lista! - anunció Rin, mientras salía de un salto del baño.
- Muy bien, entonces, en marcha. - Kaito comenzó a caminar en dirección a la salida.

Los cuatro caminaban por el pasillo tranquilamente. Miku y Kaito iban delante, charlando de cualquier cosa. Detrás iban Rin y Len, dos angelicales gemelos. Ambos se sonreían inocentemente, mientras Rin agarraba con fuerza el brazo de su hermano.